lunes, 28 de septiembre de 2015

Dejé de Sentir...


Cada tarde, después de la Universidad, cruzo la calle que separa el parque central de mi barrio. Dejo atrás los edificios y entro en el paseo que cambió mi vida años atrás. Es un lugar fantástico si no fuera por la cantidad de jóvenes que paran allí a fumarse porros frente al lago de los cisnes. Sin separar los ojos del sendero y conteniendo la respiración para no meter dentro de mi una pizca siquiera del humo que desprenden sus bocas, llego hasta el puente. A partir de aquí, soy libre. Más allá del puente es donde se esconden los secretos...donde habita el olvido...

Ahora solamente escucho el armónico y creciente cántico de los petirrojos, los cuales no puedo ver en lo alto de los ramas. El camino cada vez es más estrecho y las ramas de los arbustos a ambos lados del camino dificultan mi andar. Cruzo finalmente el impenetrable obstáculo que ha supuesto el camino para mi y ahí esta. Ahí está, sentado en un banco y sin levantar la vista. Cada día cruzo la trinchera de yonkis, llego hasta el puente, sigo el sendero y me reencuentro con el hombre que más me ha llamado la atención de toda la ciudad. No le he contado esto a nadie. Suena muy bizarro...

Esta tarde, el hombre trajeado y con sombrero esta leyendo el libro. El mismo libro que leía la primera vez que le vi. Igual que él, el libro también es anónimo. Tan solo portada y contraportada completas de un llamativo terciopelo azul. Lee el libro de tal manera que no puedo verle el rostro. Su nariz deberá estar a escasos dos centímetros del papel. 

Entonces me quedo helada cuando el hombre anónimo levanta la vista de su infinita lectura y me mira. El hombre no posee rostro alguno. Su cara no posee ojos, ni boca, ni nariz, ni oídos, ni alma... Mi primera opción podría ser salir de allí pero simplemente me siento en el banco, a su lado y le digo: "¿Cuál fue el problema?". Él hombre sin rostro, anónimo y sin alma cierra el libro y lo deposita encima del banco a su lado. Se acerca a mi oído y con una voz pobre y reverberada me dice: 
"Dejé de observar, dejé de escuchar, de oler, de saborear... Dejé de sentir".

El hombre se separa de mi, recupera su libro, lo abre por una página aleatoria en blanco y retoma su lectura.


3 comentarios:

  1. Has sabido captar fantásticamente éste mal que aqueja a tantas y tantas personas...personas que han olvidado sentir ver escuchar observar disfrutar.... con lo fácil que es con un simple merengue delante y un concierto de piano fantástico estar tan feliz!!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cuanta razooon!! De veraas muuchas graciaaas!! Un beso muy fuerteee

      Eliminar
  2. Has sabido captar fantásticamente éste mal que aqueja a tantas y tantas personas...personas que han olvidado sentir ver escuchar observar disfrutar.... con lo fácil que es con un simple merengue delante y un concierto de piano fantástico estar tan feliz!!!!

    ResponderEliminar